En realidad no existe mas que como idea.
Una idea que tenemos acerca de nosotros mismos: nací en tal, estudié en patatín, soy de tal manera y de tal otra, me gustan tales cosas y no tales otras, me sienta bien «x» y no «y», soy buenísimo en tal o cual cosa y malísmo en …, a mi nunca … Y así con pensamientos que vamos sumando construimos una idea de identidad.
Solemos también construir esta identidad mental recopilando roles. Soy el hermano mayor, soy hijo único, soy padre de siete hijos, soy empresario, soy estudiante…
Curiosamente si preguntásemos a miles de personas aquí y alrededor de todo el mundo que nos cuenten acerca del significado de hermano mayor, estudiante, empresario, padre etc, a pesar de unas pocas características coincidentes, cada persona preguntada tendrá una experiencia única de cada uno de estos roles.
De modo que cuando le decimos a otra persona soy ama de casa, no está entendiendo en absoluto lo mismo que nosotros, nadie podría.
Ni siquiera para nosotros mismos ama de casa significa lo mismo cuando tenemos 10 años, o cuando tenemos 20, o cuando somos padres o de viejitos.
Esta idea de identidad y el esfuerzo por sostenerla es lo que llamamos ego. El ego es una suerte de burbuja personal que entre otras cosas creemos que nos distingue de los otros. Pareciera que nos confiere una identidad sólida frente al mundo.
Cierto es que hay una sensación de identidad: Yo. Algo constante y permanente a lo largo de toda nuestra vida. Pero «eso» no es el ego.
El ego pues es una supuesta identidad que nos creemos.
Manojos de ideas acerca de cómo somos en los aspectos de la vida y confeccionados cada uno con muchas briznas. Cargamos con ellos haciendo el esfuerzo de mantener cierta congruencia. Depositamos nuestra singularidad en ellos.
Hay un largo y liberador camino que comienza con darse cuenta de este hecho e ir filtrando los manojos hasta finalmente soltarlos.
Este es el trabajo que propongo al hacer terapia conmigo: eva.wodnik@gmail.com